Hace poco, mientras compartía una cerveza con un amigo en un bar de Tijuana, surgió una conversación que encendió una chispa de reflexión sobre mi obra. Enrique, un recién llegado a la ciudad desde Ciudad de México, me preguntó si había considerado reeditar mis libros. Aunque al principio respondí que no estaba en mis planes, esa pregunta resonó en mí y me llevó a reconsiderar el valor de la relectura y la revisión.
Han pasado más de once años desde la publicación de Rojo semidesierto, un libro que ha suscitado interés entre amigos y lectores. Durante un viaje a Ciudad de México, me sorprendí al descubrir que estaba agotado en las librerías, sin que nadie me lo hubiera dicho. Al investigar, me di cuenta de que mi libro, al igual que otros, había caído en el olvido, y esto me hizo cuestionar el papel del mercado editorial en la difusión de nuestras historias.
A pesar de esta limitación editorial, decidí rescatar los derechos de Rojo semidesierto y abrir el archivo de los relatos que escribí hace más de una década. Este reencuentro fue un viaje nostálgico que me permitió redescubrir al joven autor que, con esfuerzo y determinación, plasmó su visión sobre la violencia que asolaba (asola) Zacatecas.
Cada página de Rojo semidesierto es testimonio de las luchas del joven escritor: la necesidad de demostrar su valía en un entorno literario complicado y el desafío de escribir mientras se enfrenta a las dificultades económicas.
Al leer los relatos, sentí una mezcla de ternura y admiración por ese joven, quien, con valentía, decidió contar historias que aún resuenan en la realidad contemporánea de nuestro país.
La violencia que aborda este libro continúa presente en Zacatecas. Si bien han cambiado los nombres de quienes la perpetúan, los métodos siguen siendo los mismos. Me pregunto: ¿quién está documentando esta realidad? ¿Quién está dejando un testimonio de las comunidades que luchan por sobrevivir, despojadas de sus familias y territorios?
Zacatecas, desde la llegada de los exploradores ibéricos, ha sido un territorio rico en recursos naturales. Sin embargo, esta riqueza ha desencadenado conflictos armados a lo largo de la historia. La intuición del joven autor que escribió este libro no se equivocaba al anticipar que lo peor vendría después.
Rojo, como le decimos con cariño en casa, no solo es un relato sobre la violencia, sino una exploración de por qué hay tantos desaparecidos y desplazados de manera forzada en nuestra región. El lugar donde nací.
Esta segunda edición incluye algunas modificaciones que buscan honrar la esencia del texto original y conectar los relatos con las otras partes de la Trilogía del semidesierto. Espero que esta nueva versión no solo sirva como un testimonio de lo que ha sido, sino también de lo que se resiste a irse.
Los invito a leer las páginas de Rojo semidesierto, a conocer esta edición actualizada y cuidada por nosotros, la cual estrena una nueva portada alejada de los colores convencionales del semidesierto, porque en esta zona del país también se viven los colores vivos de la naturaleza, como viva es la resiliencia de sus pobladores que encaran las adversidades sociales y de seguridad.
Los invito a recorrer sus relatos y a acompañar al joven autor en su travesía por entender una realidad compleja y dolorosa. Al final, estoy convencido de que las historias tienen el poder de abrirnos los ojos y de unirnos en la búsqueda de un futuro más esperanzador.
