El miércoles 13 de noviembre presentamos la segunda edición de Rojo semidesierto. Estoy sorprendido porque, a pesar de que tengo más de diez años viviendo en Baja California, y desde el 2019 que no presentaba uno de mis libros, esa noche me sentí querido y abrazado. El Museo Zacatecano se llenó de familia, amigos y lectores.
Voces que iluminaron los relatos
Las generosas palabras de Montserrat García Guerrero y Alfredo Valadez fueron el preámbulo para entablar el diálogo. Sus lecturas y reflexiones sobre Rojo semidesierto no solo iluminaron los recovecos de los relatos, sino que resonaron con el público, generaron una conexión entre los asistentes y las historias del libro. Fue una especie de celebración íntima, en la que los relatos dejaron de ser míos para convertirse en parte de quienes los escuchaban.
Ecos de un diálogo necesario
Durante la conversación, las preguntas y comentarios del público revelaron la vigencia de los relatos, como espejos de las noticias dolorosas que se viven en Zacatecas. Sus palabras me reafirmaron que escribir sobre mi tierra, aunque sea difícil, sigue siendo necesario. Escribir es mi manera de abrazar a los que permanecen, a los que luchan, y de recordar a los que ya no están.
Mis raíces
Llegar al Museo Zacatecano y ver a amigos, periodistas y familiares fue un regalo inesperado. Aunque había llenado mi maleta con ejemplares del libro como si fueran cartas de esperanza, no imaginé que cada una encontraría un destinatario tan especial.
Mis lectores, algunos que me siguen desde mis primeras publicaciones, y otros que conocieron mi trabajo esa noche, me regalaron palabras que pongo en la maleta y me las llevo hasta Tijuana, la casa donde escribo: «Gracias por escribir lo que duele», “Gracias por volver a Zacatecas”.
La importancia de los medios
No puedo dejar de mencionar a los medios de comunicación que me abrieron sus puertas, desde que bajé del avión y caminé a sus cabinas de radio y televisión, para hablar de Rojo semidesierto. Cada entrevista ha sido una oportunidad para hablar del amor y el desarraigo, de las historias que persisten a pesar de la distancia y del tiempo.
Agradezco también a mis amigos y colaboradores que, con su apoyo, hicieron de esta presentación una nueva experiencia que me ayudó a reencontrarme con los lectores. Mis amigas y amigos me han ayudado a que gire la rueda en momentos que se me escapa y veo complicado alcanzarla.
El semidesierto respira resistencia
La noche terminó, pero las emociones quedaron en uno de los recintos más emblemáticos de Zacatecas. Me voy con un corazón lleno de gratitud y una renovada certeza de que los relatos de Rojo tienen vida propia, siguen anclados en la memoria colectiva de quienes compartimos este semidesierto, rojo y feroz, pero también lleno de belleza y resistencia.
Gracias, Zacatecas. Nos volveremos a encontrar en las palabras.
