Mi esposa y yo hemos adoptado la tradición de cerrar el año subiendo una montaña. Al principio, no siempre lo lográbamos, ya fuera por falta de equipo, por el clima o porque estábamos lejos de Tijuana. Esta actividad nació de mi obsesión por querer alcanzar la cúspide del San Jacinto Peak, una montaña de 3,302 metros de altitud, que está cercana al famoso Pacific Crest Trail.
San Jacinto
San Jacinto se encuentra en el sur de California, dentro del Bosque Nacional de San Bernardino, y a sus pies se encuentra el pintoresco pueblo de Idyllwild. Este lugar es conocido en redes sociales por su alcalde, un golden retriever llamado Max III, que pasea los domingos por el pueblo y recibe a los habitantes en zonas históricas de la comunidad. Además de este curioso atractivo, Idyllwild ofrece un campground cómodo para quienes desean acampar cerca de las montañas.

San Jacinto se ha convertido en un sueño personal que aún no logro cumplir. La vez que estuve más cerca de su cumbre fue en 2017, pero no iba preparado: llevaba demasiada carga en mi mochila y nos retrasamos por la nieve acumulada, que congelaba la punta de mis pies. Cuando estábamos a menos de 600 metros de la cima, decidimos regresar por seguridad. En invierno, el sol se pone pasadas las cinco de la tarde en California, y nos quedaban menos de cuatro horas para el atardecer. Continuar habría sido arriesgarse a ascender en la oscuridad y perderse.
Con los años, hemos mejorado nuestro equipo de campamento: contamos con una casa de campaña, sleeping bags y cobijas de invierno, una estufa de dos hornillas, utensilios para cocinar y disfrutar de una comida como Dios manda, además de botas con spikes especiales para la nieve, lámparas y mochilas optimizadas para cargar solo lo necesario. Incluso compré una pachita de whisky para los momentos en que el frío se vuelve extremo.
En nuestros intentos de subir San Jacinto, hemos explorado el Devil’s Slide Trail, un sendero de 12 kilómetros que puede recorrerse en menos de seis horas con un paso tranquilo, porque tiene una longitud aproximada de 9.6 kilómetros ida y vuelta, con un desnivel de unos 700 metros. También hemos subido a Suicide Rock, un trayecto más exigente, donde es fácil perderse si no se presta atención a los señalamientos o al mapa, especialmente cuando la nieve cubre el camino. Ambos senderos son rudos pero gratificantes, con vistas espectaculares que hacen que el esfuerzo valga la pena.

Caminar cerca del Pacific Crest Trail me ha hecho sentir pequeño frente a la naturaleza, como una hormiga azuzada que busca algo sin saber qué. A la vez, me ha enseñado a agradecer la fortaleza de mi cuerpo, especialmente de mis piernas, que han soportado los cambios de mi peso y me han sacado de apuros extremos cuando he subestimado el peligro.
Este diciembre acampamos en Idyllwild esperando nieve, pero encontramos un invierno atípico: noches de 3 grados centígrados y tardes que no bajaban de 16. Este 2024, el calentamiento global parece haber desplazado el ciclo natural de las estaciones. Al parecer, la nieve llegará hasta finales de enero.
Tahquitz Peak
Aunque nuestro plan inicial era descansar, cocinar rico y leer, las montañas parecían llamarnos. Decidimos entonces subir a Tahquitz Peak, una cumbre imponente que alcanza los 2,694 metros de altitud, rodeada de bosques de pinos, abetos y manzanitas. Desde su cima, se pueden admirar vistas panorámicas del Desierto de Colorado, el Valle de Coachella y las montañas circundantes.
Tahquitz Peak no solo nos atrajo por su belleza natural, sino por las leyendas Cahuilla que rodean la montaña. Su nombre honra a Tahquitz, una figura mítica del pueblo Cahuilla, descrito como el primer chamán creado por el dios Mukat. Aunque inicialmente usaba su poder para sanar y proteger, con el tiempo Tahquitz se volvió irascible con quienes no respetaban la tierra. Su ira creció tanto que comenzó a usar su poder para castigar a la humanidad.

Según la historia oral, Tahquitz vivía en una cueva en la montaña, y los ancianos advertían a la gente que evitara esa zona al anochecer. El espíritu podía aparecer como una sombra o una luz brillante para engañar a los viajeros. Una de las leyendas más populares narra cómo Tahquitz secuestró a una joven de un poblado cercano. Su esposo subió a la montaña para buscarla, pero murió al intentar salvarla. Desde entonces, el viento que sopla en la cumbre es su lamento eterno.
Se dice que los relámpagos en la montaña reflejan la furia de Tahquitz, los truenos son su rugido y los terremotos, su lucha contra otros espíritus o chamanes. Incluso hoy, los habitantes de la región asocian los extraños fenómenos naturales, como luces misteriosas y ruidos inexplicables, con las leyendas de los Cahuilla.
Subir a Tahquitz Peak a pocos días de cerrar el año fue una experiencia de conexión entre nuestro cuerpo y el entorno natural. Cada paso en la montaña nos recordó nuestra fragilidad como seres humanos, un contraste palpable frente a la fuerza eterna y casi divina de las cumbres. El viento helado que acariciaba nuestro rostro parecía un susurro de la montaña, nos invitó a comprender su majestuosidad y la pequeñez de nuestras preocupaciones ante su altura gigantesca. En ese encuentro hubo una renovación espiritual: un momento para apreciar cómo la naturaleza, con su poder, nos transforma, nos exige humildad y, al mismo tiempo, nos devuelve enteros, más fuertes, con la energía para empezar otro año nuevo.