Una historia oral
Hace unos años escuché una historia que me partió el corazón, no solo por su brutalidad, sino por lo que revela sobre la percepción del afecto entre hombres. Dos jovencitos fueron quemados vivos en una comunidad del sur del país. La razón: los vieron abrazados en la plaza del pueblo, cerca de la iglesia principal, y la multitud decidió que aquello era una desviación.
En una sociedad donde se educa a los hombres para ser proveedores, el sexo fuerte, quien lleva las riendas de la casa y no debe mostrar debilidad, la gente del pueblo, que poco a poco se congregó en la plaza como si los chicos hubieran cometido un crimen imperdonable, comenzó a golpearlos y a insultarlos con las peores palabras que el lenguaje ha reservado para descalificar a los hombres que muestran afecto. Pronto, alguien tomó la decisión de amarrarlos a un árbol y prenderles fuego.
Los gritos se apagaron con las llamas. Cuando llegaron los paramédicos de la Cruz Roja y los bomberos, ya era tarde.
La trama parece sacada de un libro de José Revueltas, pero la vuelta de tuerca es más bien cortazariana. Al día siguiente se supo la verdad: los jóvenes, de apenas 15 y 16 años, no eran pareja ni estaban enamorados. Uno de ellos iba a ser papá por primera vez, y su mejor amigo, que lo conocía desde la infancia, lo abrazó para felicitarlo. Supongo que en el lenguaje de la amistad, las palabras a veces son insuficientes. La verdad detrás de los hechos la contó la futura mamá a las autoridades, quien, destrozada porque su hijo iba a crecer sin padre, no podía creer lo que había ocurrido.
Esa historia oral, que la escuché en uno de esos viajes de autobús de un pueblo a otro hace más de una década, me resonó durante años, porque refleja una realidad triste y persistente: nuestro sistema educativo y familiar muestran graves porosidades: tanto en la escuela, como en el núcleo familiar, a muchos hombres se nos ha educado para no expresar cariño hacia nuestros amigos de la misma manera en que lo haríamos con una mujer.
Tener un bromance con un cuate de toda la vida es visto con sospecha, como si el afecto sincero entre hombres tuviera que estar limitado por las reglas de una masculinidad rígida y anacrónica.

Perpetuamos la masculinidad rígida
Y lo peor, los mismos hombres, al ser víctimas de este sistema de pensamiento, en lugar de cuestionarlo y derribarlo, lo perpetúan al levantar barreras y al emplear el lenguaje como el instrumento más apto (y letal) para denostar a quienes sí lo cuestionan o no lo perpetúan: es más hombre el que no llora, el que no abraza, el que ha tenido más aventuras amorosas. La enseñanza de una masculinidad tradicional ha limitado por décadas la expresión emocional. No reparamos en que los hombres que internalizan normas de masculinidad rígida son menos propensos a buscar apoyo emocional. Esto incrementa los niveles de estrés y depresión en ellos. La amistad entre hombres ha sido históricamente vista como algo funcional, más que afectiva.
Si el lenguaje mismo puede ser la herramienta para reprogramarnos lingüísticamente, pido la palabra y escribo: este mes de febrero, que para muchos es del amor y la amistad, fomentemos el bromance como un vínculo necesario con aquellos amigos de años, que de alguna manera siempre han estado con y para nosotros. El bromance, esa combinación del anglicismo bro, carnal en español, y romance, redefine la manera en que los compas se relacionan entre sí. Permite desarrollar lazos profundos basados en el apoyo, la confianza y el afecto sincero, sin implicaciones románticas.

Los carnales en la literatura y la cultura pop
La idea de la amistad masculina como un vínculo fuerte y significativo no es nueva. En la literatura clásica encontramos ejemplos como Don Quijote y Sancho Panza, una relación que trasciende el mero compañerismo y se transforma en un lazo de apoyo mutuo. En El Señor de los Anillos, quizá el bromance más senderista de la literatura fantástica, Frodo y Sam representan una lealtad inquebrantable y muestran cómo la amistad es el motor para superar grandes adversidades.
En la cultura pop moderna, la primera temporada de True Detective es un ejemplo de bromance en su versión más compleja y filosófica. Rust Cohle y Marty Hart, dos detectives con visiones del mundo completamente opuestas, construyen una relación que va de la desconfianza y el antagonismo a una conexión basada en el respeto y la comprensión mutua. A lo largo de la serie, ambos descubren que, a pesar de sus diferencias y los múltiples casos sin resolver, el otro es el único capaz de entender el peso y la debilidad en la vida que llevan. La amistad se convierte en un refugio emocional en un mundo violento que no permite a los hombres abrirse emocionalmente y mostrarse vulnerables.

Por salud mental masculina
Déjemos a un lado que los hombres enfrentamos más dificultades para expresar nuestras emociones y buscar apoyo emocional en comparación con las mujeres. Un estudio publicado en la revista Men and Masculinities (2021) encontró que los hombres que mantienen relaciones de amistad sólidas experimentan menores niveles de estrés y una mayor sensación de bienestar emocional. La investigación destaca que la falta de lazos afectivos entre hombres puede incrementar la ansiedad y la depresión, mientras que el apoyo emocional entre amigos funciona como un elemento protector para la salud mental.
Aunque en muchas ocasiones, los amigos se encuentran a la distancia, el bromance virtual se alimenta con mensajes de voz, que ofrecen muestras de admiración, cariño, consultas antes de la toma de una decisión importante o noticias de éxito o tristeza. Un bromance sólido puede proporcionar un espacio seguro donde la vulnerabilidad no solo es aceptada, sino también valorada.

Redefinamos la masculinidad
El fuego que consumió a aquellos jóvenes en la historia inicial, evidenció la brutalidad de un sistema de pensamiento que sigue castigando la expresión del afecto entre hombres. En un mundo donde la desconexión emocional es una epidemia, el bromance es más que una palabra importada; es una necesidad urgente para redefinir lo que significa ser hombre en el tiempo que transcurre.
No esperemos que las instituciones educativas o los núcleos familiares cambien por sí solos. Redimensionemos el lenguaje desde la individualidad, con la decisión de romper la narrativa que asocia la vulnerabilidad con la debilidad. Un bromance no es solo un lazo entre amigos, es una oportunidad de crecer emocionalmente y poner el ejemplo de una nueva masculinidad a los hijos que caminan junto a nosotros.
Si tienes un bromance que ha marcado tu vida, me gustaría que me compartieras tu historia, ya sea a través de mis redes sociales, a mi correo electrónico o en mi forma de contacto. Construyamos espacios donde la amistad sea sinónimo de fortaleza.