Slow Violence: la devastación silenciosa

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Slow violence, Rob Nixon, Joel Flores BLOG

En un mundo donde la violencia suele asociarse con lo inmediato, lo visible y lo permeable, Rob Nixon nos obliga a mirar más allá de las explosiones y los titulares de guerra. En Slow Violence and the Environmentalism of the Poor, el autor introduce un concepto desolador: la violencia lenta, un tipo de agresión que no ocurre en segundos, sino en años, incluso décadas, y que opera en la sombra, deslizándose sin provocar alarmas inmediatas. Es la violencia del extractivismo, del envenenamiento gradual de los cuerpos y los ecosistemas, del colapso silente de territorios enteros. Nixon nos enseña que la guerra por los recursos naturales no solo se libra en conflictos armados, sino en la alta tecnología de dispositivos de extracción, en las mineras a cielo abierto, en las refinerías que horadan la tierra con la misma eficiencia con la que condenan a sus habitantes. A estos lugares infestados de contaminación oculta, a veces sólo se puede llegar caminando.

La violencia que no sangra, pero mata

Desde el inicio, Nixon nos confronta con una pregunta inquietante: ¿cómo denunciar una catástrofe que se desarrolla en cámara lenta? La violencia silenciosa es la de los residuos tóxicos que tardan generaciones en envenenar un río, la del cambio climático que desplaza comunidades enteras antes de que podamos siquiera llamarlo crisis, la de los territorios devastados por la minería que no estallan en conflicto inmediato, pero que sufren el mismo destino de cualquier zona de guerra. La diferencia es que estas guerras ambientales no generan titulares ni conmoción; su letalidad se mide en décadas y su impacto se diluye en la cotidianidad de quienes las padecen.

A lo largo del libro, Nixon nos muestra cómo el extractivismo se ha convertido en una forma de agresión sistemática, ejercida con la misma precisión estratégica de un ataque militar, pero sin el estruendo de las balas. Las excavadoras reemplazan a los tanques, las explosiones controladas de las minas sustituyen los bombardeos y los residuos químicos hacen el trabajo de un ejército invasor sin necesidad de disparar un solo tiro.

Extractivismo voraz

Uno de los aspectos más poderosos del libro es cómo demuestra que la violencia lenta no es un fenómeno local, sino un modelo global. Nixon analiza casos desde la Amazonía hasta el delta del Níger, desde las minas de cobre en Zambia hasta las arenas bituminosas de Canadá. En todos estos territorios, el patrón se repite: las empresas extractivas despliegan su maquinaria con promesas de desarrollo, pero lo que dejan atrás son paisajes mutilados, comunidades desplazadas y enfermedades.

El autor también expone la manera en que esta forma de violencia se ampara en la burocracia y el lenguaje técnico, disfrazándose de campos semánticos hermanados con el progreso. Las multinacionales operan con el respaldo de legislaciones que protegen sus intereses, mientras invisibilizan la destrucción que causan. El extractivismo, argumenta Nixon, no necesita armas para aniquilar un ecosistema: le basta con informes de impacto ambiental manipulados y con la complicidad de los gobiernos que privilegian la inversión extranjera sobre la vida de su gente.

Narrar lo invisible

Uno de los mayores desafíos que presenta la violencia lenta es su representación: ¿cómo narrar lo que no estalla, lo que no genera imágenes de impacto inmediato? Nixon nos recuerda que la urgencia mediática depende del espectáculo: un derrame petrolero solo se convierte en noticia si cubre de negro las costas de un país desarrollado, pero los derrames invisibles que contaminan gradualmente los ríos de África o América Latina rara vez encuentran espacio en los titulares. Lo mismo ocurre con la deforestación, con la desertificación, con la contaminación del aire: sus víctimas mueren lentamente y su sufrimiento es ignorado porque no cabe en el formato de un video viral.

El libro es un llamado a la responsabilidad narrativa en un mundillo editorial donde se condena a los libros por su tema. Para Nixon, la literatura, el cine y el periodismo tienen el deber de hacer visible lo que las narrativas dominantes pretenden ocultar. Debemos encontrar formas de contar estas historias sin la necesidad de una imagen devastadora, sin la dramatización del desastre. Solo así la violencia lenta podrá ser percibida como lo que realmente es: una crisis de proporciones globales.

Andar leyendo

Slow Violence no es solo un libro sobre el daño ambiental: es una obra que nos obliga a repensar la manera en que entendemos la violencia en el siglo XXI. Nos enfrenta a una realidad en la que las agresiones más mortíferas no son las que llegan con estrépito, sino aquellas que se infiltran en la tierra, en el agua y en los cuerpos de quienes habitan los márgenes del mundo.

En una era donde el extractivismo avanza con una eficiencia brutal, la lección de Nixon es clara: la guerra por los recursos ya está en marcha, y no siempre se libra con armas. Quizás su mayor advertencia sea que, mientras sigamos midiendo la violencia solo por su impacto inmediato, seguiremos siendo cómplices de su letalidad silenciosa.

SOBRE EL AUTOR
Joel Flores

Joel Flores escribe historias que destacan por su profunda conexión con la realidad mexicana. Leer más ➡

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